La forma suprema de la libertad consiste en aceptar la autoridad de aquellos que nos ayudan a practicar la verdad y el bien, o sea, a hacer aquello que de hecho queremos. No hay, por tanto, forma más cristalina y más sublime de libertad que ser esclavos de Nuestra Señora. Es el auge de la dignidad humana, porque es hacer, en todo, aquello para donde nuestras mejores apetencias caminan.
¿Cuál es la consecuencia de eso para nosotros, cuando nos consagramos a Nuestra Señora? Es llevar un espíritu amoroso de autoridad, esto es, comprendiendo la función de la autoridad, comprendiendo la función de la obediencia y comprendiendo que, haciéndonos tan pequeños delante de Ella, hacemos una cosa sublime, una cosa altamente dignificante. No debemos nunca avergonzarnos de obedecer, de seguir a otro, porque exactamente ahí está la más alta dignidad del hombre.
En este punto de nuestra argumentación, alguien podría preguntar: “Esta doctrina de esclavitud de amor a la Virgen María es linda! ¿Pero cuál sería su utilidad práctica? ¿Y qué relación tendría con la tesis de nuestra pesquisa?”
Es San Luis María Grignion de Montfort quien responderá a estas dos preguntas. El capítulo V de su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen tiene como título: Esta devoción conduce a la unión con Nuestro Señor.
En seguida, explica el santo: “Esta devoción es un camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor, y en esto consiste la perfección cristiana.”. Él hace una larga demostración de esta tesis en su Tratado.
Por tanto, conforme enseña San Luis de Montfort, la perfección cristiana consiste en la unión con Nuestro Señor, y la esclavitud de amor a la Virgen María, enseñada por él, es un camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a esta unión.
En resumen, la doctrina del santo consiste en la consagración de sí mismo a Jesús de las manos de María. “Así será un fiel y amoroso esclavo de Jesús y María quien, de las manos de María Santísima, se entregue enteramente al servicio de este Rey de reyes, y que no reserva nada para sí”.
En vista de eso, una gran difusión de esta forma de devoción a la Santísima Virgen sería un fuerte instrumento para conducir a los hombres a la vida eucarística, trayendo así de vuelta al redil de Cristo a las ovejas descarriadas.
Por el Dr. José Mário da Costa
(Martes, 24-05-2011, Gaudium Press)