Victimae Paschali Laudes


¡Feliz Pascua de Resurrección!

Heraldos del Evangelio en Argentina - Resurreción

A la Víctima pascual
ofrezcan alabanzas los cristianos.
El Cordero redimió a las ovejas,
Cristo inocente
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte y la Vida se enfrentaron
en lucha singular.
El dueño de la Vida, que había muerto,
reina vivo.
Dinos, María, qué has visto en el camino? Vi el sepulcro de Cristo viviente
y la gloria del que resucitó,
a unos ángeles, el sudario y los vestidos.
Resucitó Cristo, mi esperanza;
precederá en Galilea a los suyos
Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos.
Tú, Rey victorioso, ten piedad.
Amen, Aleluya.


La esclavitud a la Virgen como suprema libertad

Nuestra Señora de las Gracias

La forma suprema de la libertad consiste en aceptar la autoridad de aquellos que nos ayudan a practicar la verdad y el bien, o sea, a hacer aquello que de hecho queremos. No hay, por tanto, forma más cristalina y más sublime de libertad que ser esclavos de Nuestra Señora. Es el auge de la dignidad humana, porque es hacer, en todo, aquello para donde nuestras mejores apetencias caminan.
¿Cuál es la consecuencia de eso para nosotros, cuando nos consagramos a Nuestra Señora? Es llevar un espíritu amoroso de autoridad, esto es, comprendiendo la función de la autoridad, comprendiendo la función de la obediencia y comprendiendo que, haciéndonos tan pequeños delante de Ella, hacemos una cosa sublime, una cosa altamente dignificante. No debemos nunca avergonzarnos de obedecer, de seguir a otro, porque exactamente ahí está la más alta dignidad del hombre.
En este punto de nuestra argumentación, alguien podría preguntar: “Esta doctrina de esclavitud de amor a la Virgen María es linda! ¿Pero cuál sería su utilidad práctica? ¿Y qué relación tendría con la tesis de nuestra pesquisa?”

Dolci Madonna
Es San Luis María Grignion de Montfort quien responderá a estas dos preguntas. El capítulo V de su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen tiene como título: Esta devoción conduce a la unión con Nuestro Señor.
En seguida, explica el santo: “Esta devoción es un camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor, y en esto consiste la perfección cristiana.”. Él hace una larga demostración de esta tesis en su Tratado.
Por tanto, conforme enseña San Luis de Montfort, la perfección cristiana consiste en la unión con Nuestro Señor, y la esclavitud de amor a la Virgen María, enseñada por él, es un camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a esta unión.
En resumen, la doctrina del santo consiste en la consagración de sí mismo a Jesús de las manos de María. “Así será un fiel y amoroso esclavo de Jesús y María quien, de las manos de María Santísima, se entregue enteramente al servicio de este Rey de reyes, y que no reserva nada para sí”.
En vista de eso, una gran difusión de esta forma de devoción a la Santísima Virgen sería un fuerte instrumento para conducir a los hombres a la vida eucarística, trayendo así de vuelta al redil de Cristo a las ovejas descarriadas.

Por el Dr. José Mário da Costa

(Martes, 24-05-2011, Gaudium Press)

Virgen de Fátima

Canto del Oficio Divino

El video de arriba reproduce algo que todos los sábados y domingos, gran parte de los Heraldos del Evangelio realizan en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, ubicada en San Pablo (Brasil).Cantan el Oficio Divino, también conocido como Liturgia de las Horas.
La Liturgia de las Horas es el conjunto de oraciones oficiales del rito latino de la Iglesia fuera de la misa, articuladas en torno a las horas canónigas.
Esta oración fue siendo perfeccionada a lo largo de los tiempos, siendo enriquecida con lecturas, convirtiéndose, sobre todo en una oración de alabanza y petición del pueblo de Dios.

Y como dice San Agustín: Quien canta reza dos veces.

La alegría de tener un superior

Dios creó el mundo donde los seres, a pesar de poseer una igualdad básica, son profundamente desiguales, unidos y armonizados en una perfecta jerarquía. El universo así ordenado hace resplandecer la belleza de Dios.

¡Cómo sería tétrico depararnos con el cadáver de alguien que hubiese cortado su propia cabeza, alegando demasiada opresión de ésta sobre el resto del cuerpo! Peor todavía, si la decapitación fuese obra no de la propia persona, sino de otro. En ese caso, el acto no sería solo tétrico, sino digno de compasión y de odio. Compasión por la desgracia que se abatiera sobre aquella víctima, odio contra los autores de esta tremenda injusticia.
Pero alguien podría objetar: ¿injusticia? ¿No es injusto el modo como la cabeza se aprovecha del cuerpo? ¿Tiene la cabeza el derecho de chupar las energías, beneficiarse de los alimentos trabajados por el aparato digestivo, usar los miembros para poner en ejecución sus planes y pensamientos? ¿Todo eso no es una explotación de los miembros inferiores? ¿No es una vergüenza para los demás miembros y partes del cuerpo estar más abajo y tener constantemente sobre sí a la cabeza?
Estas preguntas absurdas, que parecerían brotadas de una mente insana, surgieron en la mente y en los labios de hombres que se decían adoradores de la razón y contagiaron a una nación, no apenas en el ámbito individual, sino en el cuerpo de toda una sociedad. “La Revolución Francesa fue el triunfo del igualitarismo en dos campos. En el campo religioso, bajo la forma de ateísmo, artificiosamente rotulado de laicismo. Y en la esfera política, por la falsa máxima de que toda desigualdad es una injusticia, toda autoridad un peligro, y la libertad el bien supremo” [1].
Agitada por tales ideas revolucionarias, Francia vio a sus soberanos decapitados, sus nobles y su clero masacrados. Mientras en nombre del pueblo se practicaban estas barbaridades, el verdadero pueblo, en el oeste del país, daba su vida en defensa de su Dios y su Rey.


¿En defensa de Dios? ¿Pero el ataque no era contra los nobles, ricos y opresores? Basta analizar los hechos históricos y las doctrinas revolucionarias para concluir que el odio de los revolucionarios era en el fondo contra Dios.
Las autoridades, tan ferozmente atacadas, no son sino un reflejo del Altísimo y representantes de Él en la Tierra. “Toda autoridad existente en la tierra es significado de Dios. […] No se trata de la persona del rey, que puede ser un crápula, sino la autoridad del rey – los atributos, la misión, el poder, el cargo regios – es un fulgor de Dios” [2].
Agradó al Señor crear un mundo donde los seres, a pesar de poseer una igualdad elementar, son profundamente desiguales, unidos y armonizados por la más perfecta jerarquía. El universo así ordenado hace resplandecer la belleza de Dios. Los superiores son completados por los inferiores y viceversa. La misión del superior no es de ser un opresor en relación al inferior, sino su padre y protector; en cuanto al inferior, no debe ser un contestatario, que se rebela contra el que está arriba, sino es aquel que encuentra toda su alegría en poder servir. Esta es, de hecho, la mayor alegría que un hombre puede tener en esta Tierra, la de tener un superior a quien servir. Y este gaudio es accesible a todos los hombres, puesto que el más ilustre de los Papas o de los Reyes está
infinitamente abajo de Dios y le debe toda veneración y obediencia, habiendo recibido de Él la autoridad.


Por María Teresa Ribeiro Matos

Redacción (Jueves, 26-01-2012, Gaudium Press)

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1CORREA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5 ed. São Paulo: 2002. p. 15.
2CORREA DE OLIVEIRA, Plinio. As realidades visíveis sinais de ralidades invisíveis. In: Dr. Plinio.São Paulo: Retornarei, n. 49, abr.2002. p. 20-25.


Un minuto con María – Madre de todos los hombres

Esta es una producción de:

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El niño que revirtió la Historia

Navidad

Redacción (Miércoles, 27-07-2011, Gaudium Press) Entremos en una cierta gruta y allí veremos un Niño adorado por su Madre Santísima y San José, reunidos en familia, ofreciendo más gloria a Dios que toda la humanidad idólatra, e incluso más que los propios ángeles del Cielo en su totalidad. Ya en su nacimiento, en un simple pesebre, aquel Divino Infante reparaba los delirios de gloria egoísta ansiosamente buscada por los pecadores. Él se encarnaba para hacer la voluntad del Padre y, así, darnos el perfectísimo ejemplo de vida.

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El Reino de la Inocencia

Nuestra Señora con el Niño

Bogotá (Lunes, 27-12-2010, Gaudium Press) Aún gozando del descanso de los días posteriores a la Navidad, pensamos iniciar a emplear nuestro tiempo en esas cosas que siempre tenemos pendientes, pero que las preocupaciones y ocupaciones de la faenas diarias comúnmente nos impiden realizar. Terminar la lectura de un libro hace bastante empezado, saludar ‘cibernéticamente’ a algún amigo un tanto en el afectuoso olvido, hacer ese arreglo en la casa ya demasiados días postergado…Anticipando pues en espíritu el gaudio del sutil y profundo placer que se experimenta cuando hacemos ello que tenemos ‘en lista’, y sin la presión de obligaciones apremiantes, para darle una “clave” linda al día que iniciaba fuimos a ver uno de los preciosos videos que habitualmente están colgados en el site de los Heraldos del Evangelio (www.arautos.org). Al instante, dos presentaciones atrajeron especialmente nuestra atención: la primera, una interpretación del “Stille Nacht” (Noche de Paz) por el coro del ‘Proyecto Futuro y Vida’ de los Heraldos, y otra, el sublime “Vos reposáis”, interpretado por el Coro del Sector Femenino de los Heraldos de la pintoresca Nova Friburgo, ciudad del estado de Río de Janeiro, en Brasil.

Niños cantores de los heraldos

Particularmente fuimos encantados por la inocencia que radiante se refleja en los juveniles rostros de los noveles intérpretes. ¡Cómo es linda la inocencia, como es atrayente el candor! En estos días de la Inocencia -pues Navidad es el período en que brilla especialmente la pulcritud del Niño Dios- muy apropiado es contemplar esos inocentes rostros que con sus líricas voces cantan la alabanza de Aquel que es la Pureza, que un glorioso día se encarnó en el seno inmaculado de una Virgen santa. Ver esas presentaciones la consideramos una verdadera bendición, a la que invitamos cordialmente a nuestros lectores.
Al ver esos rostros en nuestro corazón se renueva la esperanza. Pues sabemos que ellos no provienen de un pasado mítico, bello, y entretanto lejano o cancelado, sino porque esas faces nos hablan de futuro, de una Iglesia que por doquier manifiesta los signos de una renovación enérgica y de un porvenir brillante, sin lugar a dudas glorioso.
Esos rostros llaman a fruir los castos gustos de la inocencia, e invitan a la inocencia. Inocencia, definida por Plinio Corrêa de Oliveira como el estado del alma cuando sale de las manos de Dios; inocencia que no es solo la situación de quien no ha pecado, sino que es sobre todo una fortísima inclinación del espíritu hacia un mundo paradisiaco, perfecto, donde habite con Dios. Un mundo ‘irreal’ pero ya real, pues ya vive en el alma de los inocentes, en previsión de esa realidad magnífica, llamada Cielo, a la que todos estamos llamados a participarEn el Cielo todo es bello, todo es lindo, y hacia él tiende ya desde esta tierra de exilio el alma inocente. Para ella, las bolas del árbol de navidad son pequeñas estrellas de cristal multicolor que preanuncian otras mayores. La gruta del pesebre tiene las líneas del más magnífico palacio, pues aunque pasajera será la morada del Rey de los Reyes, del autor del Palacio Empíreo. Las luces que llenan las ciudades por estos días se encienden también luminosas y variadas en su espíritu, llenándola de alegría, y avisándole de luces aún más fastuosas. Todo lo que ve, para el alma inocente refleja la maravilla deseada y la encamina hacia la maravilla absoluta.
Entretanto, son muchos los que no son inocentes, que aunque en la presencia de figuras cándidas se deleitan y admiran sinceramente, sienten al instante también cuanto el pecado ha marcado distancia entres esas almas puras y sus ya gastados corazones… ¿hay para ellos esperanza? Evidentemente sí, desde el momento en que Jesús dijo que quien no se hiciere como niño no entraría en el Reino de los Cielos (cfr. Mt 18, 3). Dios no manda imposibles y para todos quiere la felicidad eterna.

Niños cantores de los heraldos

Para restaurar la inocencia están los sacramentos, particularmente la eucaristía y la confesión frecuente. Para restaurar la inocencia está la gracia, que viene por medio de la oración. Y también, para restaurar la inocencia está la admiración. Sí. Quien admira lo perfecto, el que en la contemplación se enfeuda sin reserva a lo bello, a lo puro, verá que ese “blanco” que le asombra, esa “luz” que le extasía va lentamente penetrando en su alma, la va purificando, y va restaurando en su fuerza primera ese deseo fundamental, el más importante instinto que tiene el hombre, que es el de la unión con la Verdad completa, con la Bondad total, con la Belleza suprema.
“Dónde está tu tesoro, allí está tu corazón”, dice la Escritura (Mt 6, 21). Que nuestro tesoro sea la pulcritud, la candidez, la pureza, la rectitud, la luz moral y poco a poco allí habitará nuestro corazón, hasta no encontrar otra delicia que la de hacer de ese Reino de Luz de la inocencia su morada. Reino inocente, que es prefigura de la Morada celestial, donde hallaremos a Cristo y a la Virgen, quienes, por encima de cualquier otra delicia, serán nuestra recompensa, demasiadamente grande.
Por Saul Castiblanco

La Castidad de la inteligencia: precioso fruto de la plena donación de nuestra inteligencia a Dios

Nuestra Señora Reina de la SabiduríaNuestra Señora Reina de la Sabiduría


Redacción (Miércoles, 16-11-2011, Gaudium Press) La virtud de la Fe nos facilita penetrar más allá de los umbrales de nuestra pobre naturaleza, y tomar consciencia de las profundidades de los vínculos que unen el universo a Dios. El Creador lo transciende infinitamente y, por tanto, no hay menor confusión entre Él y la creación. Sin embargo, es Dios quien mantiene a las criaturas en el ser, como también a cada uno de sus elementos constitutivos, e incluso, es la causa eficiente de la santidad que pueda existir en cada una de ellas. De ahí que nos es necesario el apoyo de las Sagradas Letras para mejorar en nosotros el sentido de Dios. En ellas encontraremos las verdades claramente expuestas con extremo fervor por Cristo Jesús, sobre la vida íntima de Dios, los atributos del Padre y el Espíritu Santo, etc.
Así, la presencia de Dios y la propia acción divina, tanto la permanente como la actual, sobre todas las criaturas, serán discernidas -aunque muchas veces en medio de una cierta penumbra- por una Fe robusta y viva. Y esto consistirá, de cierto modo, en alguna participación en el conocimiento que Dios posee sobre Sí mismo y sobre el universo. Será la más elevada vida intelectual, en la cual la intensidad de esa virtud teologal determinará mayor o menor penetración (y dominio) de ésta, en aquella.
La Fe, por tanto, no constituye un estorbo para la cultura como erróneamente podría parecer a espíritus prevenidos. Muy al contrario, determinación, certeza y sustancia son conferidas a la inteligencia que en ella se fundamenta. Ella diviniza las cualidades humanas, y jamás las perjudica. Y nuestra inteligencia, así divinizada, pasa a comprender todo bajo el prisma de Dios. Ahí estará alojada la castidad de nuestra inteligencia que consistirá en una íntegra lealtad de cara a las realidades objetivas y del propio Dios, todo analizado con una esplendorosa claridad debido a una mayor o menor participación en el conocimiento increado. Ella es un precioso fruto de la plena donación de nuestra inteligencia a Dios, fruto, a su vez, de la iniciativa de Él en escogernos y de nosotros tomar posesión: “No fuisteis vos que me escogisteis sino, fui yo que os escogí” (Jn 15, 16).

Por Mons. João S. Clá Dias, EP
Fundador de los Heraldos del Evangelio


La música en la Educación y su papel en la formación intelectual en el Seminario Santo Tomás de Aquino, de los Heraldos del Evangelio

Redacción (Miércoles 13-04-2011, Gaudium Press) Casi tan antigua como el mundo, el arte musical siempre coloreó con su armonía la vida cotidiana de los hombres. Consciente del poder de la música, también la liturgia católica absorbió e inspiró conmovedoras armonías, las cuales llenan de consuelo y fervor las almas de los fieles como las elegantes notas musicales llenan los pentagramas.
Ya el Doctor de la Gracia, el gran San Agustín, testimonió el relevante papel que tuvo la música sacra en su vida espiritual -sobre todo por ocasión de las ceremonias litúrgicas presididas por San Ambrosio-, las cuales lo ayudaron a encontrar el camino de la Verdad: “¡Cuánto lloré oyendo vuestros himnos, vuestros cánticos, los acentos suaves que resonaban en vuestra Iglesia! ¡Qué emoción me causaban! Fluían en mi oído, destilando la verdad en mi corazón. Un gran impulso de piedad me elevaba, las lágrimas me corrían por el rostro, y me sentía plenamente feliz”.[1]

Música: Sicut Cervus | G.P. da Palestrina

Coro del Seminario Menor de los Heraldos del Evangelio

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Semana con María en Santa Julia – 2011

Semana con María - Virgen de FátimaComo todos los años, este Viernes 7 de Octubre fue recibida en la Parroquia Santa Julia,  la Imagen Peregrina de la Virgen de Fátima que permanecerá en la parroquia hasta el día 13 de Octubre, día en que será despedida con una solemne eucaristía a las 19:15.

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