Los dones del Espíritu Santo

Publicado 2009/05/03
Autor : Padre Manuel Sabino – Fundador de los Siervos del Buen Pastor

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Vamos a pasar a la explicación de los siete Dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios. Es necesario comprender cada concepto y su significado.


– La Sabiduría es el don que hace al cristiano percibir, intuir y gustar de las cosas espirituales. Siente deleite en las cosas de Dios y por eso comienza a temer a Dios, a respetarlo más. Dice el salmo que el temor de Dios es el principio de la sabiduría.
– El Entendimiento es el don del conocimiento, pues la persona consigue entender y conocer aquello que va en el corazón y en la mente de las personas. El Padre Pío era un sacerdote que tenía el don del entendimiento. Él se valía de su don para ayudar a muchas almas. Cuando algunos penitentes iban con el Padre Pío y, por olvido o timidez, escondían este o aquel pecado, el Padre Pío les recordaba: “Te falta este pecado que cometiste dos o tres veces”. Este don es utilizado únicamente para el bien del penitente.
– El don del Consejo: quien lo posee consigue dirigir, orientar y aconsejar a las almas para su propia salvación y felicidad. El don del consejo que es dado por el Espíritu Santo no es inconveniente, interesado, no aconseja según la conveniencia personal pero aconseja solamente para el bien de la persona. Este don constituye una preciosidad, pues nos alerta para los errores que cometemos o soluciones que necesitamos.
– El don de la Fortaleza es también una virtud. La virtud es un bien y un don dado por el Espíritu Santo que dice “no” al pecado, a una buena propuesta, a la presión social, a ciertas modas que perjudican la vida espiritual del hombre o de la mujer. El don de la fortaleza hace que el cristiano sepa resistir a ciertas influencias sociales y no se deje conducir por la presión del grupo social o de amigos donde está inserido. Con este don la persona mantiene su personalidad, siendo aquello que realmente es, conservando los valores cristianos.
– El don de la Ciencia permite al hombre percibir y sentir, a través de la naturaleza y de los acontecimientos del día-a-día la presencia y el lenguaje de Dios.
Quien posee el don de la ciencia consigue alabar a Dios, mirando a las bellezas de la naturaleza, para la belleza de un jardín, de las montañas, del agua del mar, del cielo azul, de las estrellas. A través de la naturaleza, el alma lee y alaba a su Dios, agradeciéndole mientras observa una linda flor. En vez de quedarse fijo apenas en la belleza de la flor, alaba al autor de la creación, alaba al Creador.
– El don de la Piedad inclina al cristiano a la oración, a la alabanza, a la adoración, a la contemplación; lleva al cristiano a sentir placer por la oración, sentir deseo y placer de estar con Dios, placer en rezar y en hablar con Dios a través de la oración.
El don de la piedad hace que la persona no se canse de rezar y se sienta bien al rezar. A través de este don, Dios va revelando aspectos espirituales que muchos no perciben.
El alma piadosa tiene más luces y percibe mejor las cosas a nivel espiritual. Aquel que no reza no percibe, no entiende y no ve porque no le es permitido ver.
Hay personas que dicen: “Pero padre, yo rezo tanto!” y yo pregunto: “Cómo reza?”. No basta rezar, es preciso rezar bien, meditando las palabras y los misterios que contemplamos de la vida de Jesús. Experimenten rezar bien, concentrados, compenetrados y verán las maravillas que Dios va a realizar en vuestras almas.
Es lindo rezar bien. La persona siente en el alma una gran paz, suavidad, gozo y alegría.
– El don del Temor de Dios nos lleva a huir del pecado con recelo de ofender y de perder a quien amamos – a nuestro Dios. Este don está, en cierta medida, asociado al don de la fe porque nos hace sentir y percibir que estamos en la presencia de Dios y, si estoy en Su presencia, no quiero pecar.
El temor de Dios es un gran don pues hace que el hombre haga todo para no perder la gracia de Dios, Su amor y Su presencia. Por eso, el temor de Dios es el principio de la sabiduría.
De esta forma hablamos sobre el significado de cada don y de cada fruto del Espíritu Santo, para mejor comprensión de la necesidad de invocar y suplicar al Espíritu Santo que aumente en nosotros Sus dones y frutos, perseverando en ellos hasta la muerte.

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